domingo, 2 de septiembre de 2012

FLUYE - Álvaro Molina

Hace un tiempo pensé en hacerle fotos a personas cercanas a mí y poder unirlas con algo de ellos/as. En este caso os presento a Álvaro, mi primo, una persona con un gran camino que recorrer y muchas ganas de caminar. Es de esas personas que guardan dentro mucho más de lo que llegan a mostrar, pero cuando toca el piano, cuando escribe, cuando se mete en la cocina a hacer algún postre...jejeje lo hace con tanto amor y sentimiento que el resultado dice de él más que una mirada...
Gracias por confiar en mí (ya sabes por qué te lo digo) y por inundarme de tanta sensibilidad con una nota, una palabra o una mirada. No tengas tanta prisa por conocer, todo llegará a su tiempo corras más o menos enano. Te quiero!
 ¿No te ha pasado alguna vez que te fijas en algo y de repente te vienen mil ideas a la cabeza? Empiezas a reflexionar y a dar mil vueltas a la cocorota y puedes pasarte así durante horas…
Por ejemplo, una de las cosas que me hacen filosofar es el agua.
Líquida, sólida, gaseosa… 
A veces te fastidia un día soleado cuando le da por caer del cielo en enjambres furiosos. Luego, cuando se ha calmado, te la encuentras adornando de brillante las verdes hojas de la mañana. ¡Qué simpática!

Sí, al agua le gusta jugar con nuestros sentimientos. Después de todo, nuestros sentimientos son parte esencial de nuestra vida y, ¿acaso el agua no nos da vida? ¿No es el agua nuestra propia vida? No sólo se trata de aspectos biológicos, es decir, sabemos que constituye aproximadamente el 70% de nuestra masa, sino de lo que simboliza.
Esta sustancia describe un ciclo vital que muchos deberíamos observar con detenimiento. Asciende a las montañas, desciende por las laderas y de nuevo llega al mar. Si miramos con detenimiento, el agua puede enseñarnos varias lecciones que nos ayudarán a afrontar las dificultades que nos impone la vida. 
Formando ríos, discurre desde la cima hacia el océano. En su camino, el agua tiene que sortear piedras y desniveles. Llega un momento en que se acostumbra y decide repetir el mismo recorrido vuelta tras vuelta. Es entonces cuando se produce un cambio en el terreno y obstruye su camino. ¿Pensáis que el agua se queda ahí quieta, sin hacer nada? No. Siempre busca otra escapatoria y al final consigue llegar de nuevo al mar.

Nosotros también ascendemos a nuestra montaña, para luego descender y encontrarnos de nuevo con el mar. Nacimos de un todo para volver a un todo, y durante nuestro viaje encontramos multitud de rocas y desniveles como el agua. El agua nunca está quieta y por eso siempre encuentra una salida, ¿por qué no podemos hacer lo mismo nosotros?
Cuando veo toda esta agua que tengo delante, intento verme a mí mismo. 

Una sola palabra: fluye.

Texto: Álvaro Molina
Fotografía: Marta Ruiz Vera

No hay comentarios:

Publicar un comentario